El frágil futuro de los frailecillos
La isla de Skomer en Gales encierra el secreto para la recuperación de la emblemática y “vulnerable” especie
De Islandia a Groenlandia, de Terranova a Maine, las poblaciones de frailecillos atlánticos están disminuyendo dramáticamente, hasta el punto que en el 2015 fueron incluidos en la lista de especies “vulnerables”. En las islas Farne, en la costa norte inglesa, los expertos han detectado un alarmante declive de hasta el 42% en apenas cinco años.
En el islote volcánico de Skomer, en las costas de Gales, el simpático “puffin” se ha convertido sin embargo en el rey indiscutible de los acantilados. La población se ha cuadrupicado en las tres últimas décadas y ha superado el techo de los 30.000 ejemplares. Los científicos están tan intrigados que han decidido investigar cuál es el secreto…
“Mientras en toda Europa las poblaciones están disminuyendo, y también en Inglaterra y en Escocia, es curioso comprobar como en este rincón de Gales se está produciendo un auténtico 'boom”, certifica Matt Wood, de la Universidad de Gloucestershire, que sirvió recientemente de guía a la BBC en su reciente incursión en el auténtico paraíso de las aves marinas frente a las costas de Pembrokeshire.
Marcando a los frailecillos con geolocalizadores, los científicos han empezado a reconstruir sus pautas migratorias, así como sus idas y venidas durante su “veraneo” de cuatro meses en el islote de Skomer, con la esperanza de dar con las claves que hacen de este hábitat un lugar único en Europa.
“Queremos saber más sobre los frailecillos, sobre sus hábitos migratorios y sus hábitos alimenticios”, advierte Wood. “Su comportamiento es más o menos similar al que tienen en otros lugares, aunque tal vez aquí encontremos la clave que nos permita garantizar su futuro en otros puntos del planeta”.
La ausencia de grandes depredadores, el atractivo de los acantilados y la mínima huella humana son a priori algunas de las causas, aunque la más importante es acaso la protección de las aguas y la prohibición total de la pesca. La típica imagen de los frailecillos de Skomer, con una decena de arenques colgándoles del pico, lo dice todo: aquí se sienten como ave en el agua.
“Hemos descubierto que incluso aquí son capaces de volar hasta 75 kilómetros para buscar alimento, y luego volver a sus madrigueras en los acantilados para alimentar a sus crías”, advierte Anette Fayet, de la Universidad de Oxford. “El cambio climático y la sobrepesca pueden ser dos factores que están contribuyendo a su preocupante descenso en Europa”.
Pese a su inclusión en la lista de especies “amenazadas”, se estima que la población de frailecillos atlánticos ronda entre los tres y cuatro millones de parejas (el 60% de ellas afincadas en Islandia en primavera y verano). “El número es aún importante, pero el descenso de las poblaciones está ocurriendo año tras año”, advierte Fayet. “De seguir así, corren el riesgo de extinción en pocas décadas”.
La sensación de lejanía es total en el santuario marido de Skomer, en la punta del suroeste de Gales. A menos de una hora en bote de tierra firme, los islotes de Estocolmo y Skomer (apenas tres kilómetros de longitud y algo menos de anchura) atraen desde la primavera a más 300.000 parejas de aves marinas: de pardelas a alcatraces, de alcas comunes a gaviotas tridáctilas, en un revoloteo incesante que alcanza su apogeo a última hora de la tarde.
Los atractivos de la isla saltan a la vista: unas aguas relativamente tranquilas y abundantes de peces (junto a la bahía de St Bride) y una mínima huella humana, aunque el Wildlife Trust ha tenido que dar emitir esta semana una advertencia por la presencia cada vez más invasiva de fotógrafos y turistas, atraídos por el reclamo de los frailecillos.
Durante décadas, Skomer ha estado sin embargo reservada a los ornitólogos como Tim Birkhead, que “desembarcó” en la isla en 1972, o Michael Brooke, zoólogo de la Univsersidad de Cambridge y autor del reciente “Lejos de la tierra: la misteriosa vida de las aves marinas”. Brooke da cuenta en su libro de los incipientes hallazgos de los científicos de campo en Skomer, que han identificado lo asombrosamente variables que pueden ser las pautas migratorias de los “pufins”.
Curiosamente, los frailecillos atlánticos pueden pasar hasta ocho meses al año lejos de tierra, soportando condiciones climatológicas extremas y ejercitándose sobre todo como buceadores de pesca. De hecho, solo van a tierra para aparease y anidar, y suelen volver todos los años desde mediados de abril a finales de agosto.
En las islas Farne, en el noreste de Inglaterra, el panorama este verano es bien distinto al que se vive en Gales. En el años 2013 se censaron unas 40.000 parejas en todo el archipiélago. Se estima que la población ha caído desde entonces un 12% y hasta un 42% en algunas de las islas.
“Lo que estamos descubriendo es preocupante, y las predicciones son que en los próximos 50 años estas aves pueden haber desaparecido de estas islas”, advierte Tom Hendry, del National Trust, que apunta al cambio climático como principal responsable del descenso de la población de arenques en las aguas y de la falta de alimento para los frailecillos y otras aves marinas.
En el golfo de Maine, en Estados Unidos, los científicos han detectado también “una preocupante pérdida de peso corporal” en los frailecillos adultos y un descenso de la tasa de supervivencia de los polluelos. “El aumento de la temperatura del agua en el golfo de Maine está causando una gran trastorno en la cadena alimenticia”, apunta Steve Kress, responsable del programa de restauración de aves marinas de la Sociedad Nacional Audubon.
“A falta de arenques, los frailecillos pescan ahora palometas, que es un pez del sur cada vez más frecuente en estas aguas”, apunta Kress. “El problema es que son demasiado grandes para ser ingeridas por los polluelos, que mueren muchas veces de hambre”.
La primavera-verano del 2018 ha sido sin embargo una buena temporada para los frailecillos en su tierra predilecta: Islandia. En las islas volcánicas de Vestmannaeyjar, la mayor colonia de frailecillos del país, la tasa de “ocupación” de las madrigueras han llegado este años al 65%, frente al 55% que venía siendo habitual. El récord lo ha registado este año la colonia del islote de Akurey, frente a Reikiavic, con un 86% las madrigueras ocupadas y un 90% de “éxito de nidificación”.